La semana pasada estuve en Salamanca y disfrute de la soledad nocturna caminando por casi todos los lugares en los que pasaron cosas maravillosas cuando vivía allí. Compré una porción de pizza en un sitio nuevo genial y me pateé la ciudad hasta que dejé de sentir los pies mientras hacía unas cuantas fotos y me sumergía en los recuerdos.
Y de regalo unas fotos de Vilma, a la que echo muchísimo de menos, y es que no es para menos, mirar que carita.
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